26 septiembre, 2009

Paquirri, sobre todo un gran torero



Francisco Rivera Paquirri murió hace 25 años en una ambulancia camino de Córdoba. Había sufrido una brutal cornada en la plaza de Pozoblanco. Un toro de Sayalero y Bandrés, marcado con el número 7 y llamado Avispado, le había partido las entrañas. .

Las circunstancias de la vida de Francisco Rivera Pérez, junto a las de su trágica muerte, fueron decisivas para que un extraordinario torero se convirtiera en un mito legendario, más por su vida extrataurina que por sus importantes logros vestido de luces. El paso del tiempo ha sido aún más ingrato con el torero. Las peripecias de su primera esposa, Carmina Ordóñez; el morbo que ha despertado todo lo que se relaciona con Isabel Pantoja, su segunda esposa, los detalles de la tragedia de Pozoblanco y todo lo sucedido en torno a aquel festejo del 26 de septiembre de 1984, junto a la búsqueda permanente de carnaza morbosa por parte de los medios de comunicación, han conseguido que decir Paquirri sea sinónimo de personaje mediático, cuando Francisco Rivera “Paquirri” fue un matador de toros fundamental en los años setenta, cuando logró ser la primera figura de la tauromaquia de aquellas temporadas.

Parece que ha quedado en el olvido el tremendo testamento taurino de Paquirri en la inhóspita sala de la enfermería (¿) de Pozoblanco, cuando la vida se le escapaba a borbotones y tenía la entereza de los elegidos para pedirle al doctor Eliseo Morán tranquilidad, que hiciera su trabajo, que no tuviera miedo en abrir el muslo lo que hiciera falta y que la cornada tenía dos trayectorias. Fueron las palabras del adiós de un torero inmenso, que en su último suspiro vital volvía a dar una lección de gallardía, una actitud que sólo parece que está en manos de estos héroes que son los matadores de toros. Esa lección, captada por la indiscreta cámara de Antonio Salmoral, reivindicó para siempre al hombre y al torero.

La sangre derramada volvió a ser semilla fructífera para que la Fiesta siguiera teniendo vigencia y trascendencia, porque de nuevo se podía comprobar que un toro podía matar a un torero. Paquirri saldaba así algunas cuentas contra quienes le habían menospreciado como lidiador, pero al mismo tiempo le echaba un salvavidas a la tauromaquia. Nunca podría imaginar que, pasados los años, de su figura, y de lo sucedido aquella tarde en Pozoblanco, se lucrarían sin vergüenza tantos personajes siniestros. A los 25 años de su muerte, todavía genera cuantiosos dividendos. Por eso, a los 25 años de su muerte, es un buen momento para hablar de Francisco Rivera “Paquirri”, el matador de toros.

Artículo completo en http://www.sevillatoro.com/opinion_detalle08.asp?id_opinion=256

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